Fue un estudio para una marca sofisticada y sencilla como pocas, de cosmética, para hombres. No había tenido contacto con japoneses desde hacía tiempo, su inglés y mi inglés no cuadraban del todo, no como cuando estás trabajando con anglosajones.
Sus maneras, sin embargo, lo hacían todo más sencillo, más humano. Una educación exquisita, miradas humildes y al mismo tiempo fuertes, un perfecto traje azul, la correcta corbata invisible pero cierta. El jefe y su assistant, iguales en la representación de la reunión, como dos bailarines inusitadamente acoplados, aunque el joven llevaba el pelo coloreado de mil tonos y camisa ‘manga’. Dos ejecutivos perfectos en la guerra de las marcas de alto nivel, luchando por su país, su marca, su comunidad. Cada viaje una exploración intensa de otra cultura, cada estudio una oportunidad única de comprender y adaptarse.
Y Yuki, la agente de inteligencia, la analista, bailando alrededor de nosotros, controlando cada variable, cada palabra, para hacerlo todo más fluido, mas eficaz, más sutil. ‘Japanese women like only one type of wrinkle in men´s face, eyewrinkles, they are sexy, they say’. Lo dijo, como todo, sin sonreír, pero sonriendo con la mirada, por amabilidad, por humildad, por sabiduría. Todo fue como la seda, como el ‘serum’ debería decir.
Se despidieron: dōmo arigatō gozaimasu. Unos días después la tierra ha golpeado su equilibrio. Oyasumi nasai.
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