Desde ‘Maria’ de Metrópolis/Fritz Lang en 1927 hasta ‘The Major’ de Ghost in the Shell/ Rupert Sanders en 2017, son ya casi 100 años de fantasía de ciencia ficción en celuloide. Formalmente muchas cosas han cambiado aunque socialmente y en contenidos no lo tengo tan claro.
https://youtu.be/G4VmJcZR0Yg
Entre ambas creaciones se han propuesto numerosas imágenes de robots, cyborgs, máquinas humanoides. Terminators, Transformers, Borjs, Eva y Wall-E, Replicantes…hasta la inquietante ‘Ex-Machina’ y los fascinantes robots con parámetros para humor y sinceridad programables de Interstellar. Y las que vendrán.
Nos tiene atrapados esta idea de crear seres inteligentes con trozos de carbono y circuitos. A los humanos nos engancha esta posibilidad de ‘ser creadores’, y al contrario, tener bebés cada vez menos. Quiero pensar que el empuje para crear robots más inteligentes que nosotros no viene solo de la repugnancia frente a cambiar pañales, limpiar babas o aguantar pegado a la cuna a las 3 de la mañana para que se duerma el cachorro humano. No creo que sea solo para evitar el parto o los gastos interminables de una persona dependiente.
Me imagino que esta especie de obsesión por hacer maquinitas está en nuestro ADN, que se reprograma cada generación para destrozar mejor los juguetes cuando eres un bebé e intentas que una muñeca descabezada vuelva a tener la cabeza en su sitio. Nacemos y los objetos, especialmente si tienen ojos y pelo, o dicen algo o se mueven sobre dos piernas, nos atraen hasta que los dejamos hechos polvo en la cesta de los juguetes. Si no miren las ‘barbies’ en el arcón de cualquier habitación con niños.
Creo que es desde ahí que los creadores eligen contar historias mostrando el punto de vista del robot, al menos en parte. Entiendo que deben estar, como máquinas inteligentisimas que son, muy contrariadas o confusas con la especie humana al instante mismo de tomar contacto con ella. Al fin y al cabo siempre los creamos con parámetros racionales muy avanzados pero con la carencia básica de los sentimientos y las emociones. No saben lo que son pero les atraen, y al vivir la vida entre nosotros descubren que existe algo como los besos, el sexo, las caricias, el consuelo, el amor . Que existe la ‘vida loca’ y que ellos no tienen esa opción en su algoritmo. No es que el programador no lo haya pensado, eso espero al menos, sino que será algo endiabladamente difícil de poner en una instrucción de unos y ceros.
La realidad pienso que siempre va por otro lado, y no nos lo cuentan los ‘creadores’ del algoritmo, en su carrera por dominar el mercado de los robots y la AI. Es el secreto mejor guardado de las pocas empresas y fondos de inversión que saben qué está pasando ahí, en la mente del nuevo robot henchido de ‘big data’. Los nuevos robots ya están aprendiendo de otros robots, y suena inquietante.
Ellos ya lo saben casi todo de nosotros, dónde compramos, qué, cuándo, para qué, para quién, porque se lo decimos cada vez que conectamos en redes, compramos ‘online’, usamos la tarjeta. Quizas aun no saben por qué, pero lo conseguirán, cuando puedan preguntarnos por nuestros motivos y sensaciones y puedan entender las respuestas. Entonces yo ya no tendré trabajo o me dedicaré a otra cosa o ayudaré a que funcionen mejor y no tengan estrés y resuelvan sus conflictos, quién sabe.
Quizás lo más adecuado para muchos sea empezar por preguntarles a ellos, en cuanto estén ya disponibles en nuestros hogares: hola Robot, buenas tardes, ¿qué tal te sientes hoy? ¿te apetece charlar?
Lo probé con un robot de call-center que me indicaba el código a seguir en una consulta telefónica. Le dije, ¿eres un robot?. Silencio inicial para luego responder ‘jeje, no’.
‘el amor es lo único que trasciende el tiempo y el espacio’ (Interstellar: Christopher Nolan, 2014)
https://youtu.be/u0cS1FaKPWY
si no te seduce esta visión….
https://youtu.be/u0cS1FaKPWY
si no te seduce esta visión….