‘No me lo creo pero por si acaso…’, ‘eso son tonterías, pero quien sabe…’ son expresiones populares y todos nos hemos podido ver más o menos reflejados. O los refranes eternos: ‘más vale prevenir…’, ‘Dios proveerá…’ y otras diversas formas de la pasividad o la prudencia sabia. Por el otro lado alguien lanza mensajes que se aprovechan de la incertidumbre como el espacio oscilante más habitual de la mente humana. Es interesante echar un vistazo de esta actividad mental, de manipulación, que en otros tiempos lo tenía más fácil (superstición, mente precientífica, niveles bajos de cultura general…).
La historia esta llena de comunicaciones amenazantes, de mensajes catastrofistas, de debacles ‘previamente anunciadas’, que luego no se han cumplido, pero qué más da, luego ya nadie se acuerda. Hemos cometido todo tipo de desmanes durante y tras estos mensajes del ‘fin de todo’ o ‘de parte’, y también ha habido siempre ganadores en esta comunicación de lo ‘incierto’: visionarios profesionales, curanderos, y ahora sabemos que también analistas financieros y aseguradoras, bancos sin escrúpulos o políticos sin moral. La incertidumbre es también muy productiva, para los que dirigen el mensaje y para los que saben subirse a la ola y surfear el tiempo suficiente. La incertidumbre es un arma de doble filo que también ha cortado la cabeza a muchos emisores y a masas de receptores.
Y quizás por eso, a pesar de la incertidumbre o gracias a ella, nos alegramos como niños cuando logramos vencerla, o aplazarla un poco, porque, según dicen, sin saber si era realmente posible, hemos llegado a marte con éxito para ‘estudiar lo que le podría pasar a la tierra’ en un futuro, incierto claro.
La incertidumbre es algo único y humano, nosotros la hemos creado y la necesitamos para vivir, para sentirnos vivos intentando eliminarla. Por eso creo que en realidad sí hay algo seguro, que mientras seamos como somos, la incertidumbre siempre existirá. Y menos mal.
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