Nos atrae tanto que en muchos casos comunica mas que una campaña. Detrás de los envases hay una fuerza de trabajo enorme y mucho personal involucrado. Muchas veces no se les reconoce y desde luego no suelen ser protagonistas de los créditos de las agencias ni de los festivales de publicidad.
El equipo del brand manager trabaja muy duro para conectar con sus clientes a través del envase y los diseñadores hacen lo imposible por llegar a transmitir la idea en dos o en tres dimensiones. Porque saben que es lo primero que van a ver del producto en el lineal, lo que van a coger y a mirar con detalle o a maltratar y tirar sin miramientos. Ese momento de la toma de contacto entre objeto y deseo del consumidor por ser despertado, es mágico. Hay envases fetiche, y envases que gustan por si mismos aunque el producto no interese mucho o no valga el precio realmente. Hay envases tan feos y mal hechos que hacen descartar cualquier opción de acercarse a conocer lo que llevan dentro. Cuando trabajábamos en la botella de Bombay Saphire, un bebedor me dijo que era como la colonia de una señora mayor, pero, ¿donde la guardaría en su casa si se la llevara ahora?, le dije; en la vitrina del mueble del salón, bajo el foco para que se vea bien!
El envase es la marca, es su vestido más directo. Hay que elegirlo con sumo cuidado, porque si la mona se viste de seda, y se maquilla bien, tiene alguna posibilidad de ser algo más que mona.