Es muy sutil la acción de los creadores de contenido y de la gente de marketing. En muchos casos lo que se tiene que vender y comunicar no es nada realmente relevante, el producto es poca cosa por decirlo así. Algunos intentan darle relevancia a base de realzar sus ‘fortalezas’, otros de disimular por todos los medios sus debilidades, otros de acertar con su perfil de público prioritario y reflejarlos bien. Y por ahora pocos optan por salirse de los esquemas y lanzar un contenido que de lejos tiene que ver con el producto o con la gente que debería ser su público, sino con una fantasía Porque no hay nada concreto que decir del producto, o de la gente, o es irrelevante.
Algunas marcas se concentran en crear un imaginario propio, original, no transferible, y lo que es mas eficaz, lo mantienen con solidez en el tiempo. Puede haber surgido del nombre de la marca, o de la opera hippie que se hizo con él, o de la mitología griega, o de un grupo de brainstroming bien llevado, lo que sea. Lo relevante es que se haga la apuesta, que todo un equipo de profesionales (ejecutivos, marketinianos, creadores, investigadores/planners, consumidores…) crean en algo común, lo compartan y se pasen horas y horas desarrollando esa fantasía, cada uno con su granito de arena. Porque al final cualquier producto es una experiencia y toda experiencia es en parte una fantasía.
Demosle contenido
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