Este asunto da para una tesis probablemente y de las que agotan al jurado. Tres grandes temas me rondan la cabeza: el tema ético, el tema emocional, la coherencia y el buen balance de elementos en la comunicación. Todos podemos opinar sobre ello por supuesto, y lo más normal es que muchos se sientan bien cuando estos tres ejes conectan y están en armonía: un anuncio ético, que no abusa de los niños para ganar notoriedad simplemente; un anuncio emocional pero coherente, que no usa los niños solo para tocar la fibra al espectador (lo que incluso a veces genera rechazos); un anuncio coherente, en el que los niños son destinatarios en alguna medida o tienen un papel creíble que jugar en el mensaje, el producto o la marca.
Pienso que ya ha pasado la época en la que poner niños era un recurso fiable y asegurado para ganar la atención del espectador o para iniciar el diálogo con el consumidor, o más habitualmente la consumidora. Empieza a no ser tabú hablar directamente con los críos, desde las marcas, y dirigirlos el mensaje con rotundidad a ellos, incluso si a sus padres no les gusta demasiado lo que se dice. No en vano son los niños los que han nacido en el mundo ‘online’, y hablar con la marca por la web es para ellos algo natural. Los padres poco o nada podemos hacer con esto, excepto acompañarles y aprovechar que las marcas les hablan con fuerza y claridad para entrar en el debate también, hablar, debatir, y escucharles más.
Aunque si la marca entra en las vivencias de nuestros hijos con temas ‘escabrosos’, ¿quién quiere enfrentarse al tema a la hora de cenar? salud mamis y papis: